Durante su reinado libró guerras defensivas en las fronteras del norte y del este del Imperio. Sus legiones contuvieron la invasión parta de Siria en el 166, pero de nuevo Roma se vio obligada a luchar en el 167 contra las tribus germanas en la frontera Rin-Danubio. Marco Aurelio regresó a Roma, de forma intermitente, durante la campaña germana, para realizar reformas legales y administrativas. Aunque estaba preocupado, en particular, por el bienestar público e incluso vendió sus posesiones personales para mitigar los efectos del hambre y la peste en el Imperio.
En su relación con los cristianos, adoptó la misma actitud que Trajano, que evitaba la persecución pero reprimía las manifestaciones públicas de su fe y castigaba a los fieles que, tras ser denunciados, se negaban a celebrar el culto de la religión ancestral. Sin embargo, esa actitud obedecía menos a una voluntad erradicadora que a la opinión extremadamente severa que le merecían su proselitismo y sus prácticas rituales. De hecho, los cristianos nunca lo incluyeron en su lista de perseguidores.
Como emperador, a pesar de su temperamento pacífico y su preocupación por la economía, se vio obligado a concertar empréstitos forzosos y a desprenderse de parte del patrimonio imperial ante la urgente necesidad de constituir un ejército de esclavos, gladiadores, extranjeros y fugitivos, con el que hacer frente a la presión de los bárbaros; así, rechazó a los germanos hasta más allá del Danubio en el 168, venció a los partos y les arrebató parte de Mesopotamia en el 161 y sometió a marcomanos en el 172, cuadros en el 174 y sármatas en el 175).
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Tras la paz general del 175 y la ocupación de una franja de seguridad al norte del Danubio, admitió en el imperio, por primera vez, a bárbaros como colonos y soldados. Sin embargo, una revuelta en el norte de Italia determinó que proscribiera por un tiempo esa práctica.
En el 176 regresó a la frontera norte, esperando extender los límites del noreste del Imperio hasta el río Vístula.
Quebrantada la paz por los bárbaros en el 177, Marco Aurelio emprendió una nueva campaña, en el curso de la cual sucumbió a la peste que desde el 166 asolaba el imperio, que pasó a regir su hijo Cómodo.
Murió de peste en Vindobona (ahora Viena) el 17 de marzo del 180, en pleno curso de la invasión. Su hijo y sucesor, Cómodo, abandonó su plan.
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Información obtenida de: https://www.ecured.cu/Marco_Aurelio
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