Epicuro clasifica al placer en dos tipos:
Placeres “en movimiento”: aquellos que se propagan por la carne y que provocan una excitación violenta y efímera. Epicuro los califica como “dulces y aduladores”.
Placeres “en reposo”: este tipo de placeres inducen un “estado de equilibrio” en el individuo. Este estado se caracteriza por su naturaleza negativa: consiste en no tener frío, no tener hambre y no tener sed; y produce sosiego y ausencia de sufrimiento. Estos son los verdaderos placeres para Epicuro, pues son los que conducen a la calma y la sabiduría.
El epicureísmo aspira a la obtención de placeres más sutiles, obtenidos por vía negativa y que si se cultivan correctamente conducen a la paz.
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